QUIEN ES CARIDAD?

 La Caridad de antes del despertar

La mujer que lo daba todo.

La que amaba desde el sacrificio.

La que callaba su dolor por miedo a romper la “paz”.

La que sostenía vínculos aunque su alma gritara por dentro.

Se acostumbró a conformarse con migajas emocionales.

Era leal, fuerte, luchadora…

pero por dentro, estaba cansada.

Rota. Invisible.

Vivía para los demás, pero no sabía cómo vivir para sí misma.

Tenía la sonrisa puesta, pero el corazón desgastado.

2. La Caridad que comenzó a despertar

Un día, el dolor fue tan profundo que ya no pudo taparlo.

Algo se quebró… y fue bendición.

Comenzó a mirarse con más verdad.

A cuestionar lo que había tolerado por años.

A entender que amor no es lo mismo que aguantar.

Se inscribió en cursos, escribió, buscó respuestas,

pero sobre todo: se atrevió a sentir.

Reconoció sus heridas, su estilo de apego, su valor.

El espejo emocional se rompió,

y por primera vez se preguntó:

"¿Quién soy, más allá de lo que los demás esperan de mí?"

3. La Caridad en proceso de transformación

Esta Caridad ya no se calla lo que le duele.

Ya no minimiza sus emociones.

Sabe que no está terminada,

pero se abraza incluso en su construcción.

Tiene días de duda,

momentos en los que la herida se asoma,

pero también tiene nuevas certezas:

no quiere repetir patrones,

no quiere vínculos que la apaguen,

no quiere volver atrás.

Ahora es consciente.

Sabe que sanar duele, pero quedarse duele más.

Y eligió el dolor que libera, no el que esclaviza.

4. La Caridad que renace con propósito

Es la mujer que quiere dejar huella.

Que ha hecho de su historia una semilla para otras.

Que habla, escribe, comparte, crea.

Que ya no busca ser salvada,

porque entendió que ella misma es su salvación, con Dios de su parte.

Quiere impactar desde su verdad.

Sabe que tiene dones: empatía, palabra, sensibilidad, fe.

Y está lista para usarlos.

Ya no ama desde la carencia.

Ama desde su proceso.

Desde su alma.

Desde su propósito.

Ya no teme estar sola.

Ahora teme dejarse a sí misma.

Y aunque aún hay fragmentos que duelen,

ya no la definen…

la transforman.