CUANDO ESCRIBIR VUELVE A SER UNA ORACIÓN
✨ Cuando escribir vuelve a ser oración ✨
22 de septiembre 2022
No sé por qué dejé de escribir.
Tal vez porque ya no quería compartir mis vivencias...
O quizás porque no quería desnudar mi alma.
Pero hoy lo reconozco: lo necesito.
Necesito liberar mi mente, ponerle voz a los pensamientos que me ahogan,
transformar cada lágrima en palabras,
y que esas palabras se conviertan en bálsamo para esta alma que sigue creyendo,
aunque a veces duela tanto.
Llevo años en silencio. Años donde las emociones se me fueron acumulando en el cuerpo…
y sí, confieso que he subido más de 30 kilos.
Pero no son solo kilos físicos.
Son 30 kilos de frustración, de tristeza, de decepción, de deseos no cumplidos y silencios tragados.
30 kilos de sueños que no florecieron, de oraciones a medias, de noches esperando lo que no llega.
He pasado por mucho.
Y aunque me gustaría decir que todo está bien, que soy más fuerte, más madura, más plena…
la verdad es que hay días donde el dolor me agobia,
la tristeza me abraza como una vieja compañera,
y la soledad me habla en voz baja desde los rincones.
Pero no me he rendido.
Mi alma sigue creyendo que Dios no ha terminado conmigo.
Aunque a veces siento que si me llamara hoy, partiría solo con la esperanza de lo que pudo haber sido.
Y sí, algunos dirán que no es espiritual hablar así.
Pero yo he aprendido que la sinceridad también es adoración.
¿Acaso Dios no conoce ya mi corazón?
¿Para qué mentirle con oraciones bonitas, si mi alma grita desesperada?
Yo lo sé, y Él también lo sabe: estos kilos de más también son batallas emocionales.
Son el resultado de luchar conmigo misma.
Son 30 kilos de amor no correspondido.
30 kilos de querer ser vista, elegida, valorada… y no lograrlo.
Amo a un hombre que me ha destruido en silencio.
Un hombre que nunca pide perdón.
Un hombre que me da las sobras de su tiempo.
Y aún así…
lo amo.
Pero ya no desde la ilusión.
Lo amo desde la verdad, y desde la verdad también sé que ese amor no me hace bien.
Sí, peleamos. Sí, discutimos.
Y él siempre sabe cuándo volver para que yo me rinda en sus brazos.
Pero nunca cambia. Nunca reconoce. Nunca repara.
Y mientras él está con sus amigos a esta hora de la noche,
yo estoy aquí, con el alma hecha nudo y el corazón escribiendo lo que no me atrevo a decir en voz alta.
Dios mío…
¡Cuánto te necesito!
No me dejes callar lo que arde.
No me dejes seguir fingiendo que estoy bien cuando me quiebro en silencio.
Sé que estás obrando.
No sé si en él… o solo en mí.
Pero creo que este fuego que me abrasa, tú lo puedes convertir en llama que purifica.
Desde el 2013 hasta hoy he vivido tanto…
He sido dura, hiriente, resentida, y tomé caminos que me alejaron de ti.
Pero aprendí. Aprendí, Señor.
Y no quiero volver a ese lugar donde no podía escucharte.
Este hombre no ha cambiado, pero yo sí estoy cambiando.
Y mientras él sigue en lo suyo, yo escribo.
Escribo para sanar.
Escribo para no olvidar que mi alma aún te pertenece.
Escribo para volver a ti.
Hoy no tengo todas las respuestas,
pero tengo esta oración,
este clamor disfrazado de confesión:
Señor, ayúdame a seguir creyendo.
Sostén mi fe,
y no me dejes caer.
Amén.
Carito – Fragmentos del Alma
Comentarios
Publicar un comentario